07-04-2009, 22:44
Dengue: crónica de una epidemia anunciada
por Juan Cruz, Médico Residente HIGA San Martín La Plata
La Verdad Obrera Nº316 (http://www.pts.org.ar/spip.php?article12120)
A medida que pasan los días, los casos de dengue se multiplican y la desesperación del gobierno por explicar lo inexplicable se acrecienta. Hasta ahora en el país hay oficialmente reconocidos 4224 casos, aunque solo en Chaco hablan de más de 10.000 infectados. Se trata de la mayor epidemia de esta enfermedad desde 1916 y de una emergencia sanitaria a nivel nacional. Una a una se van sumando las provincias afectadas, ya hubo 3 casos de dengue hemorrágico (la forma grave de la enfermedad, muchas veces mortal), uno de ellos fatal.
Las consecuencias de una política sanitaria a la deriva
A mediados de enero aparecieron los primeros casos de dengue en Tartagal, provincia de Salta. Un mes más tarde, cuando la ministro de Salud Graciela Ocaña aseguraba que la situación sanitaria “estaba controlada”, se publicaron las primeras notificaciones de alerta por casos probables de dengue en Chaco. A partir de entonces, frente a las declaraciones erráticas de los funcionarios, aumentan los casos sin dar tregua.
Pero este fenómeno epidemiológico no puede ser una sorpresa para nadie que se ufane de entendido en el tema. El riesgo de una epidemia de dengue viene siendo advertido por académicos y profesionales de la salud desde hace muchos años. Según un estudio realizado en conjunto por el departamento de Zoonosis del Ministerio de Salud Nacional y las Facultades de Ciencias biológicas y Ciencias exactas de la UBA, ya a fines de los ’90 más del 80% de la población vivía en zonas en riesgo de infestación por el mosquito Aedes aegypti. En Argentina, el vector (mosquito) había sido erradicado en 1963 y reapareció en la década del 80. En el año 2000, se encontraba en 17 de las 24 provincias. A esto se debe agregar la condición endémica (permanente) del dengue en países como Bolivia, Brasil y Paraguay.
Quiere decir que hace años que se conoce el riesgo de desarrollo de una epidemia de estas características y no se ha hecho nada por evitarla. Por el contrario, las políticas sanitarias de los distintos gobiernos han estado dirigidas a garantizar la rentabilidad y subsidios a laboratorios, clínicas y sanatorios privados, mientras continúa el desfinanciamiento y vaciamiento del hospital público y la inexistencia de políticas sanitarias preventivas. Como denuncian los propios médicos Chaqueños “somos 7 médicos para atender 10.000 pacientes con síntomas de Dengue en Charata, de los cuales 5 estamos en negro”.
Desidia gubernamental
Al igual que la tuberculosis y las parasitosis intestinales (dos enfermedades altamente prevalentes en nuestro país), el dengue afecta principalmente a los sectores más empobrecidos. Las condiciones socioeconómicas desfavorables constituyen un factor de riesgo decisivo: la falta de agua corriente obliga a los habitantes a almacenar agua en recipientes que sirven como reservorio para el crecimiento de las larvas. Ninguna medida, ni siquiera las más elementales fueron tomadas por el gobierno. Por el contrario decidieron ocultar la epidemia, minimizando la gravedad de la situación.
Nada podemos esperar de este Gobierno nacional, ni los provinciales. A esta altura su única esperanza para detener la epidemia es el cambio climático del otoño.
Por el contrario, los trabajadores debemos enfrentarnos a la condena social que significan las enfermedades evitables, como el dengue. Cualquier plan serio para combatir el Dengue debe comenzar por un intenso plan de obra pública que contemple la extensión del agua potable a los sectores mas postergados. Junto con esto debe proveerse en forma urgente de agua potable a toda la población, para eliminar el almacenamiento casero de la misma. Además de las fumigaciones (para eliminar el vector) y controles masivos ante los primeros síntomas, reforzando el sistema de atención pública en hospitales y unidades sanitarias.
Hay que exigir un verdadero plan racional de salud al servicio de las necesidades populares, triplicando el presupuesto para éste área en base la no pago de la deuda externa, terminando con el déficit de personal e insumos de los hospitales públicos, poniendo todos los recursos sanitarios al servicio de atender las demandas mas urgentes de los trabajadores y el pueblo pobre, empezando por enfrentar las condiciones materiales de existencia que condenan a millones a la pobreza, a la miseria y la enfermedad.
Un plan así sólo será posible por la acción directa de los trabajadores, afectando los intereses de las empresas nacionales y extranjeras que han convertido la enfermedad del pueblo pobre en un rentable negocio con el Estado a través de subsidios, contrataciones directas y planes nacionales como el Remediar.
La Verdad Obrera Nº316 http://www.pts.org.ar/spip.php?article12121
CHACO - CHARATA
Epidemia, miseria y ganancia sojera
Por Eduardo Castilla
La expansion de miles de casos de Dengue en el norte argentino, particularmente en el Chaco, vuelve a desnudar el carácter brutal del capitalismo que, en la Argentina semicolonial del siglo XXI, es incapaz de evitar una enfermedad descubierta en el siglo XIX y que se halla estrechamente ligada a la ausencia de condiciones de vida y salubridad básicas, como el acceso a una vivienda digna, agua potable y a un sistema de desagüe y cloaca moderno.
Charata no es una excepción
La localidad de Charata1, ubicada en el sudoeste del Chaco, es una de las zonas de la provincia donde más avanzó el proceso de sojización. La provincia se convirtió en un lugar central de la producción del “yuyo” más famoso, pasando de proveer el 1,3% de la producción nacional en la cosecha del año ’93 al 3,2% en la del año 2004. En ese tiempo, la superficie sembrada creció casi un 800% y la producción más del 650%. La cosecha de la temporada 2008/2009 se ubicaría en 750 mil toneladas según los últimos pronósticos. Cada tonelada de la oleagionosa se comercializa actualmente a 370 dólares. Los sojeros (según graficó De Angeli días atrás en una entrevista con Jorge Lanata en el diario Crítica), parecen quedarse con un beneficio que ronda el 15% por tonelada (unos 55 dólares). Dicen que el gobernador Jorge Capitanich es uno de ellos.
Sin embargo, el Chaco tiene el triste récord de ser, según el INDEC, la provincia de mayor pobreza en el país. Cerca del 55% de la población es pobre y la mitad de estos indigentes. En la provincia del kirchnerista Capitanich, antes gobernada por los radicales Nikisch y Rozas, casi 100 mil personas viven en ranchos y más de 20 mil en casillas. En estos años de boom sojero la miseria del pueblo chaqueño no hizo más que multiplicarse.
Pobreza, agua estancada y agroquímicos
En estos años Charata creció de 18 mil habitantes a casi 35 mil. Muchos de ellos fueron empujados por la expansión del negocio del monocultivo de soja. Hoy son los albañiles que construyen las mansiones de los beneficiados por ese negocio. Sin embargo no existe el agua potable en la ciudad. “En todas las viviendas (…) hay agua de pozo. O viene de napas subterráneas o se acumula durante las épocas de lluvia. También hay camiones cisterna, que venden casa por casa, pero es agua de pozo y tampoco es potable” señala el corresponsal del Diario del Norte. Agrega que “Para tomarla hay que hervirla o comprar los bidones de 20 litros que vende una empresa privada”.3 En las zonas pobres, donde vive más de la mitad de la población, el agua se busca en grifos comunitarios y se acumula en tachos de plástico, potenciando de esta forma el desarrollo de larvas del mosquito que transmite la enfermedad. A la miseria se agregan la especulación y los negociados que genera esta crisis. Los repelentes para mosquitos cuestan 15 pesos más que en Buenos Aires y 10 pesos más que en Resistencia. Los agroquímicos que promete el gobierno no llegan y los que llegaron estaban vencidos. Lo que sí el gobierno nacional y Capitanich estarían asegurando (según dicen), es la llegada de cantidades importantes de glifosato, el agroquímico de Monsanto para sembrar soja, que sigue contaminando suelos y aguas subterráneas.
Ante la crisis epidemica, el gobierno ha lanzado una campaña de prevención y fumigación. Pero hay que atacar el origen del desastre. Como señalan especialistas, la fumigación mata al mosquito pero no la larva que puede sobrevivir un año. El primer paso debería ser implementar ya mismo un plan de obras públicas que, bajo control de los trabajadores y el pueblo, permita establecer una red de agua potable en toda la provincia del Chaco, y construir viviendas dignas para toda la población, terminando así con los focos infecciosos.
1 Localidad donde se registran la mayor cantidad de casos. Según las últimas declaraciones de su intendente, el 17% de la población de la ciudad estaría afectada por la enfermedad.
2 http://www.elargentino.com/nota-34623-L ... haco-.html
Para los que no les gusta leer, ahora pueden ver TVPTS:
por Juan Cruz, Médico Residente HIGA San Martín La Plata
La Verdad Obrera Nº316 (http://www.pts.org.ar/spip.php?article12120)
A medida que pasan los días, los casos de dengue se multiplican y la desesperación del gobierno por explicar lo inexplicable se acrecienta. Hasta ahora en el país hay oficialmente reconocidos 4224 casos, aunque solo en Chaco hablan de más de 10.000 infectados. Se trata de la mayor epidemia de esta enfermedad desde 1916 y de una emergencia sanitaria a nivel nacional. Una a una se van sumando las provincias afectadas, ya hubo 3 casos de dengue hemorrágico (la forma grave de la enfermedad, muchas veces mortal), uno de ellos fatal.
Las consecuencias de una política sanitaria a la deriva
A mediados de enero aparecieron los primeros casos de dengue en Tartagal, provincia de Salta. Un mes más tarde, cuando la ministro de Salud Graciela Ocaña aseguraba que la situación sanitaria “estaba controlada”, se publicaron las primeras notificaciones de alerta por casos probables de dengue en Chaco. A partir de entonces, frente a las declaraciones erráticas de los funcionarios, aumentan los casos sin dar tregua.
Pero este fenómeno epidemiológico no puede ser una sorpresa para nadie que se ufane de entendido en el tema. El riesgo de una epidemia de dengue viene siendo advertido por académicos y profesionales de la salud desde hace muchos años. Según un estudio realizado en conjunto por el departamento de Zoonosis del Ministerio de Salud Nacional y las Facultades de Ciencias biológicas y Ciencias exactas de la UBA, ya a fines de los ’90 más del 80% de la población vivía en zonas en riesgo de infestación por el mosquito Aedes aegypti. En Argentina, el vector (mosquito) había sido erradicado en 1963 y reapareció en la década del 80. En el año 2000, se encontraba en 17 de las 24 provincias. A esto se debe agregar la condición endémica (permanente) del dengue en países como Bolivia, Brasil y Paraguay.
Quiere decir que hace años que se conoce el riesgo de desarrollo de una epidemia de estas características y no se ha hecho nada por evitarla. Por el contrario, las políticas sanitarias de los distintos gobiernos han estado dirigidas a garantizar la rentabilidad y subsidios a laboratorios, clínicas y sanatorios privados, mientras continúa el desfinanciamiento y vaciamiento del hospital público y la inexistencia de políticas sanitarias preventivas. Como denuncian los propios médicos Chaqueños “somos 7 médicos para atender 10.000 pacientes con síntomas de Dengue en Charata, de los cuales 5 estamos en negro”.
Desidia gubernamental
Al igual que la tuberculosis y las parasitosis intestinales (dos enfermedades altamente prevalentes en nuestro país), el dengue afecta principalmente a los sectores más empobrecidos. Las condiciones socioeconómicas desfavorables constituyen un factor de riesgo decisivo: la falta de agua corriente obliga a los habitantes a almacenar agua en recipientes que sirven como reservorio para el crecimiento de las larvas. Ninguna medida, ni siquiera las más elementales fueron tomadas por el gobierno. Por el contrario decidieron ocultar la epidemia, minimizando la gravedad de la situación.
Nada podemos esperar de este Gobierno nacional, ni los provinciales. A esta altura su única esperanza para detener la epidemia es el cambio climático del otoño.
Por el contrario, los trabajadores debemos enfrentarnos a la condena social que significan las enfermedades evitables, como el dengue. Cualquier plan serio para combatir el Dengue debe comenzar por un intenso plan de obra pública que contemple la extensión del agua potable a los sectores mas postergados. Junto con esto debe proveerse en forma urgente de agua potable a toda la población, para eliminar el almacenamiento casero de la misma. Además de las fumigaciones (para eliminar el vector) y controles masivos ante los primeros síntomas, reforzando el sistema de atención pública en hospitales y unidades sanitarias.
Hay que exigir un verdadero plan racional de salud al servicio de las necesidades populares, triplicando el presupuesto para éste área en base la no pago de la deuda externa, terminando con el déficit de personal e insumos de los hospitales públicos, poniendo todos los recursos sanitarios al servicio de atender las demandas mas urgentes de los trabajadores y el pueblo pobre, empezando por enfrentar las condiciones materiales de existencia que condenan a millones a la pobreza, a la miseria y la enfermedad.
Un plan así sólo será posible por la acción directa de los trabajadores, afectando los intereses de las empresas nacionales y extranjeras que han convertido la enfermedad del pueblo pobre en un rentable negocio con el Estado a través de subsidios, contrataciones directas y planes nacionales como el Remediar.
La Verdad Obrera Nº316 http://www.pts.org.ar/spip.php?article12121
CHACO - CHARATA
Epidemia, miseria y ganancia sojera
Por Eduardo Castilla
La expansion de miles de casos de Dengue en el norte argentino, particularmente en el Chaco, vuelve a desnudar el carácter brutal del capitalismo que, en la Argentina semicolonial del siglo XXI, es incapaz de evitar una enfermedad descubierta en el siglo XIX y que se halla estrechamente ligada a la ausencia de condiciones de vida y salubridad básicas, como el acceso a una vivienda digna, agua potable y a un sistema de desagüe y cloaca moderno.
Charata no es una excepción
La localidad de Charata1, ubicada en el sudoeste del Chaco, es una de las zonas de la provincia donde más avanzó el proceso de sojización. La provincia se convirtió en un lugar central de la producción del “yuyo” más famoso, pasando de proveer el 1,3% de la producción nacional en la cosecha del año ’93 al 3,2% en la del año 2004. En ese tiempo, la superficie sembrada creció casi un 800% y la producción más del 650%. La cosecha de la temporada 2008/2009 se ubicaría en 750 mil toneladas según los últimos pronósticos. Cada tonelada de la oleagionosa se comercializa actualmente a 370 dólares. Los sojeros (según graficó De Angeli días atrás en una entrevista con Jorge Lanata en el diario Crítica), parecen quedarse con un beneficio que ronda el 15% por tonelada (unos 55 dólares). Dicen que el gobernador Jorge Capitanich es uno de ellos.
Sin embargo, el Chaco tiene el triste récord de ser, según el INDEC, la provincia de mayor pobreza en el país. Cerca del 55% de la población es pobre y la mitad de estos indigentes. En la provincia del kirchnerista Capitanich, antes gobernada por los radicales Nikisch y Rozas, casi 100 mil personas viven en ranchos y más de 20 mil en casillas. En estos años de boom sojero la miseria del pueblo chaqueño no hizo más que multiplicarse.
Pobreza, agua estancada y agroquímicos
En estos años Charata creció de 18 mil habitantes a casi 35 mil. Muchos de ellos fueron empujados por la expansión del negocio del monocultivo de soja. Hoy son los albañiles que construyen las mansiones de los beneficiados por ese negocio. Sin embargo no existe el agua potable en la ciudad. “En todas las viviendas (…) hay agua de pozo. O viene de napas subterráneas o se acumula durante las épocas de lluvia. También hay camiones cisterna, que venden casa por casa, pero es agua de pozo y tampoco es potable” señala el corresponsal del Diario del Norte. Agrega que “Para tomarla hay que hervirla o comprar los bidones de 20 litros que vende una empresa privada”.3 En las zonas pobres, donde vive más de la mitad de la población, el agua se busca en grifos comunitarios y se acumula en tachos de plástico, potenciando de esta forma el desarrollo de larvas del mosquito que transmite la enfermedad. A la miseria se agregan la especulación y los negociados que genera esta crisis. Los repelentes para mosquitos cuestan 15 pesos más que en Buenos Aires y 10 pesos más que en Resistencia. Los agroquímicos que promete el gobierno no llegan y los que llegaron estaban vencidos. Lo que sí el gobierno nacional y Capitanich estarían asegurando (según dicen), es la llegada de cantidades importantes de glifosato, el agroquímico de Monsanto para sembrar soja, que sigue contaminando suelos y aguas subterráneas.
Ante la crisis epidemica, el gobierno ha lanzado una campaña de prevención y fumigación. Pero hay que atacar el origen del desastre. Como señalan especialistas, la fumigación mata al mosquito pero no la larva que puede sobrevivir un año. El primer paso debería ser implementar ya mismo un plan de obras públicas que, bajo control de los trabajadores y el pueblo, permita establecer una red de agua potable en toda la provincia del Chaco, y construir viviendas dignas para toda la población, terminando así con los focos infecciosos.
1 Localidad donde se registran la mayor cantidad de casos. Según las últimas declaraciones de su intendente, el 17% de la población de la ciudad estaría afectada por la enfermedad.
2 http://www.elargentino.com/nota-34623-L ... haco-.html
Para los que no les gusta leer, ahora pueden ver TVPTS: